El campo de concentración de la universidad de Deusto

A finales del año 1937, las cárceles del Bilbao sometido por las tropas franquistas albergaban en sus celdas a miles de presos. Héroes de la libertad, muchos de ellos Gudaris, encarcelados por haber tenido el valor de luchar contra el fascismo.

Entre la caída de Bilbao en 1937 y los dos años posteriores, en las cárceles bilbaínas fueron ejecutados 563 seres humanos. De ellos, 529 fueron fusilados, mientras que los 34 restantes fueron ejecutados a garrote (brutal forma de ejecución que consistía en estrangular al reo usando un collar de hierro que se situaba alrededor de su cuello).

Tras conquistar Bilbao en junio de 1937, las sanguinarias tropas de la derecha española convirtieron determinados edificios en cárceles usadas a modo de campo de concentración.

La Universidad de Deusto fue uno de esos lugares convertido en macabro feudo de la cruenta barbarie franquista. Sus edificios sirvieron como centro de reclusión y campo de concentración para 5.000 personas, muriendo muchas de ellas víctimas del hambre, de las enfermedades o del trato inhumano que recibieron. Y aquellos que pudieron sobrevivir al internamiento tuvieron que soportar toda clase de vejaciones y humillaciones físicas y psicológicas.

El campo de concentración de la Universidad de Deusto estaba dividido en dos sectores. Uno de los sectores abarcaba la zona del campo de concentración, que se encontraba situado en el área que hasta entonces se había destinado para la Facultad de Derecho. El otro sector se ubicaba en el edificio de la Comercial, reconvertido en hospital penitenciario, que llegó a albergar a más de 900 heridos.

El coronel Martín Pinillos fue el Rudolf Höss del campo de concentración de Deusto durante los dos años que permaneció en funcionamiento. Despiadado y carente de escrúpulos, Martín Pinillos dirigió este centro del terror dedicado a detener, clasificar y encarcelar sin juicio previo a todo aquel que resultase sospechoso de no ser leal a la España una y grande. Sobra decir que el coronel Martín Pinillos fue uno de tantos criminales franquistas que nunca llegó a pagar por sus crímenes. En Deusto fueron fusilados 188 seres humanos a los que se les negó el derecho a un juicio.

El campo de concentración de Deusto se convirtió en un importante centro distribuidor de mano de obra esclava. Los reclusos eran obligados a trabajar en las minas, en la construcción de carreteras y tramos ferroviarios, en la industria de guerra o en las labores de reconstrucción de todo aquello que los propios fascistas habían destrozado con sus bombardeos.

No fue casualidad que los fascistas eligiesen la Universidad de Deusto para asentar en ella un campo de concentración. Podían haber escogido otros enclaves, pero el hecho de que se tratase de unas instalaciones universitarias le añadía un plus simbólico y político. El fascismo español, tan influenciado por sus admirados nazis, hizo suyo muchos de los lemas propagandísticos de la Alemania de Hitler, y entre ellos estaba aquel de: «Ante la cultura, saca la pistola». Aunque los franquistas lo tradujeron como: «Cuando oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola». La cultura es la antítesis del fascismo, por lo que para los franquistas transformar una universidad en un campo de concentración supuso todo un triunfo para su deplorable ideología, ya que así se imponía la razón de la fuerza sobre la fuerza de la razón, se imponía la brutalidad sobre el pensamiento libre.

La Compañía de Jesús fundó la Universidad de Deusto en 1886 para que fuese forjadora de intelectos. Sin embargo, entre 1937 y 1939 cayó bajo el yugo fascista, quedando su historia manchada para siempre de sangre. Una historia que, aunque algunos tratan de enterrar bajo las losas del tiempo y el olvido, nunca se borrará. La sangre de las víctimas inocentes es una perpetua huella indeleble.

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