Desde aquellas primitivas épocas en las que el ser humano moraba por cuevas y grutas, nuestra especie ha vivido inmersa en una constante evolución social. Esa evolución, cogida de la mano del tiempo, ha caminado por un sendero de constantes cambios que han ido esculpiendo nuestra actual sociedad.
Sea cual sea el siglo que le haya tocado vivir a un ser humano, su vida habrá transcurrido marcada por los cambios de una sociedad que evoluciona, crece y se mueve. Esa evolución, ese crecimiento y ese movimiento es el que nos permitió a los seres humanos prescindir de las viejas carretas tiradas por bueyes, de las escrituras en pergaminos o de las estériles medicinas nacidas de ancestrales tradiciones. En el siglo XXI viajamos en potentes vehículos a motor, escribimos en ordenadores y disponemos de una avanzada medicina de base científica.
El mundo evoluciona sin detenerse ni un instante, haciendo más fácil el devenir de los seres humanos. Pero del mismo modo que evolucionan los aspectos positivos de nuestra sociedad, también los lados más oscuros y macabros de la humanidad saben adaptarse a esos cambios marcados por la evolución de nuestra especie.
Los sistemas políticos dictatoriales son uno de esos siniestros rasgos de la humanidad que han sabido mutar, adaptándose a la evolución de las sociedades y al paso del tiempo.
Europa sufrió en el siglo XX brutales dictaduras militares que redujeron a escombros las vidas de las mujeres y hombres que tuvieron la desgracia de vivir aquellos descorazonadores años. Animales con apariencia humana como Hitler, Franco, Mussolini o Stalin instauraron sistemas políticos represivos y dictatoriales, fundamentados en el terror, la violencia, la censura, el absolutismo y la brutalidad militar.
Del mismo modo que nadie imagina posible que en el siglo XXI prescindamos de los vehículos a motor para retornar a las carretas tiradas por bueyes, nadie puede imaginar tampoco que en nuestros tiempos pudiesen repetirse dictaduras como la de Hitler o Franco. Sabemos que eso no podría volver a suceder tal y como sucedió entonces, pero eso no quiere decir que los sistemas políticos dictatoriales hayan quedado ya superados para siempre.
Las dictaduras, desafortunadamente, saben adaptarse a los nuevos tiempos. Ante el riesgo de desaparecer para siempre, han encontrado la fórmula para camuflarse y seguir existiendo.
Las dictaduras del siglo XXI tienen formas muy distintas a las del siglo XX, pero comparten el fondo de querer someter las voluntades de los ciudadanos. Ya no giran en torno al militarismo, al derramamiento de sangre o a la represión a través de la violencia. Ya no se basan en la exaltación del poder unipersonal, basada en la adoración de un único líder, elevado a la categoría de semidiós. Ahora las nuevas dictaduras son más plurales, más sutiles y se han alejado del terror y de las fosas comunes.
En la Europa del siglo XXI el lobo de las dictaduras ha aprendido a disfrazarse de corderito demócrata. Se cobija tras las mayorías absolutas parlamentarias y lanza sus feroces dentelladas a través de medios de comunicación parciales, que hincan sus fauces sobre todo aquel que se atreva a ir a contra corriente. Quien ose revelarse contra el poder establecido, será sometido a un juicio mediático público, lleno de calumnias y falsedades, que destrozará su imagen y pondrá en duda su honorabilidad. Ya no se fusila al cuerpo del opositor, como se hacía en las viejas dictaduras, ahora lo que es fusilado es su imagen, su honor y su reputación. Al final, de una u otra forma, si te revelas contra la norma establecida el resultado es el que siempre han logrado las dictaduras, acaban contigo.
Las dictaduras europeas del siglo XXI han evolucionado, pero no han cambiado en su esencia. El líder y sus acólitos deciden y los ciudadanos están obligados a acatar sus designios, por injustos que estos resulten. Y aunque en estas modernas dictaduras se permite que los ciudadanos se quejen, se manifiesten y critiquen a los que dictan las leyes, de nada sirve, pues aunque los oyen, nadie los escucha.
Sin embargo, las modernas dictaduras del siglo XXI no han sabido huir del punto débil que hizo vulnerables a todas las tiranías del pasado. Las dictaduras siempre le han temido a la unión de los ciudadanos y a las decisiones que pudiesen nacer de la voz del pueblo. Por ello, cuanto mayor sea el poder de decisión de los ciudadanos, más se debilitarán las modernas tiranías disfrazadas de democracias. Así que, seas de donde seas y vivas donde vivas, lucha por tu derecho a decidir, porque solo a través de ese derecho hallarás tu libertad.
Soñar con mejorar ha sido lo que nos ha hecho evolucionar a los seres humanos. Si fuimos capaces de avanzar desde las sociedades primitivas hasta llegar a los actuales tiempos que nos ha tocado vivir a nosotros, es porque la humanidad ha ido soñando con saltos evolutivos, y encontrando formas de hacer de esos sueños nuevas realidades sociales. Para disfrutar de cambios positivos es imprescindible soñar primero con esos cambios. Y yo hoy quiero soñar con el día en el que la humanidad destierre para siempre todo tipo de sistema político que persiga el sometimiento de las voluntades individuales de los seres humanos. Soñemos hoy, para ser libres mañana.