Un jardín descuidado

Justos entre las Naciones es un término usado por la tradición religiosa judía. Este apelativo se les concede a aquellas personas no judías que se hayan hecho merecedoras de un reconocimiento por su respeto hacia los siete preceptos de las naciones. Según esta creencia judía, a estos Justos entre las Naciones Dios, en el más allá, les otorgará una recompensa divina.

Tras quedar constituido el estado de Israel, su Parlamento aprobó en 1953 una ley que, haciendo uso del tradicional término de Justo entre las Naciones, reconocería y homenajearía a todos los héroes que, sin ser judíos, hubiesen contribuido a la salvación de judíos durante los terribles años del Holocausto cometido por la Alemania nazi y por todos los demás países que colaboraron con el imperio de terror instaurado por Adolf Hitler.

Las personas que, en nombre del estado de Israel, son honradas con el título de Justo entre las Naciones reciben un Diploma oficial que los reconoce como tal, junto con la llamada Medalla de los Justos en la que aparece inscrita una frase del Talmud que dice: «Quien salva una vida salva al mundo entero».

El Jardín de los Justos es un jardín, situado en Jerusalén, en donde aparecen inscritos los más de 20.000 héroes que han recibido el título de Justos entre las Naciones. Pero como a cualquier hermoso jardín, si no se lo cuida bien, pueden llegar a salirle malas hierbas.

En el Jardín de los Justos de Jerusalén, entre esos más de 20.000 héroes, aparecen inscritos los nombres de cuatro malas hierbas que corresponden a los nombres de cuatro diplomáticos franquistas, que desempeñaron importantes papeles políticos dentro de la dictadura fascista del criminal Francisco Franco.

Quiero pensar, necesito pensar, que alguien ha engañado al gobierno del estado de Israel. Esa es la única manera de aceptar el grave hecho de que cuatro políticos españoles franquistas estén elevados a la categoría de Justos entre las Naciones, equiparándolos a héroes como Oscar Schindler.

Tiene que haber un error, pues de no haberlo, el gobierno del estado de Israel estaría priorizando la importancia de salvar vidas judías, obviando que esos cuatro franquistas salvadores de vidas judías llevaban sobre sus fascistas conciencias formar parte de una dictadura que exterminó a cientos de miles de inocentes ciudadanos vascos, ciudadanos catalanes y ciudadanos españoles antifascistas. Y establecer prioridades, otorgándole más importancia a las vidas de los seres humanos de una raza por encima de las vidas de los seres humanos de otra raza se llama racismo.

Por otro lado, dudo seriamente que las cuatro malas hierbas que ensucian el Jardín de los Justos de Jerusalén salvaran a esos judíos por motivos humanitarios. Lo más lógico es pensar que lo hicieron por intereses políticos de la dictadura franquista que, ante la inminente derrota de sus admirados nazis, tenía la apremiante necesidad de limpiar su imagen pronazi ante los ejércitos aliados.

No pongo en duda que esos diplomáticos franquistas salvasen la vida de varios miles de ciudadanos judíos. La certeza de que tales hechos ocurrieron en la realidad viene dada por la existencia de testimonios de testigos y de judíos salvados por esos diplomáticos, que corroboraron esos hechos ante las autoridades israelíes.

Lo que convierte a esos diplomáticos franquistas en personas indignas de formar parte del Jardín de los Justos es que salvaron a esos ciudadanos judíos para contribuir a que el franquismo pudiera seguir matando a miles de vascos, catalanes y españoles antifascistas, durante cuarenta años.

Anteriormente he citado que cuando se concede a alguien el título de Justo entre las Naciones se le hace entrega de una medalla con la inscripción: «Quien salva una vida salva al mundo entero». Pero mientras que en el Jardín de los Justos sigan inscritos los nombres de varios franquistas, yo le sugeriría al gobierno del estado de Israel que cambien la inscripción de la medalla, y en su lugar pongan la frase: «No es digno salvar una vida a expensas de las muertes de otras personas».

Sabemos bien que en el estado español los crímenes del franquismo están cubiertos de una repugnante capa de impunidad. Pero mucho más repugnante resulta ver que la impunidad del fascismo español es capaz de traspasar fronteras hasta llegar a tocar al pueblo judío, que sufrió en sus propias carnes seis millones de asesinatos a manos de los fascistas.

El gobierno del estado de Israel aún está tiempo de rectificar. Es tan simple como retirar a los franquistas sus títulos de Justos entre las Naciones, y hacer pública una disculpa oficial dirigida a las familias víctimas del fascismo español.

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